locura en la playa

De puro placer estábamos envueltos, solo nos habíamos rozado, en la arena de la playa, estando tumbados, lo justo para enloquecernos. Había gente alrededor, aunque estábamos en una playa poco frecuentada. Le susurré al oído que nos metiéramos en el agua y él me dijo que me adelantara yo. ¿Ya entendéis porque, no?. Pues eso, que me metí yo primero por que él tenía la polla más dura que un risco.

Dentro del agua había gente, pero no mucha. Mi hombre se adentra en el agua, ya se le ha bajado la “cosa”, aunque poco le queda para que se le suba otra vez, jejeje. Ya se encuentra a mi lado, me pongo a nadar alrededor de él, para provocarle un poco más. ¡¡¡Vaya!!!, ¿qué es eso que asoma?, el periscopio de un submarino, uuummm. Hacía aquí -le decía yo abriéndome de piernas- entra en la cueva. Caya y ven a mi-me dijo mi novio riéndose y tirando de mi hacia si. Ya estando a su lado, le envolví con mis piernas alrededor de su cintura, y me moría de gusto al sentir aquel miembro, que como cada vez “estando en situación”, me hacía estremecer.

Empezamos a besarnos, besos dulces y salados a la vez, pues nuestros labios estaban empapados de agua de mar. Mis manos acariciaban su pelo, mientras la suyas acariciaban mis nalgas con fuerza, la cual era provocada por el deseo que sentía. Me dejé caer al fondo del mar, pues ya no me bastaba solo con sentirlo, quería más. El agua nos cubría por encima del pecho. Seguimos besándonos, y una de mis manos se deslizaba bajo el agua, recorriendo el cuerpo de mi hombre empalmado, seguía y seguía venciendo la fuerza del agua que tiraba hacia arriba, hasta llegar a mi tan deseado miembro viril, duro, grueso, resbaloso. Pronto sentí en mi mano el espesor de un liquido, no era agua, era su semen, esas gotitas que suelen salir cuando se produce el deseo en el hombre, esas gotitas que se estaban produciendo también en mi, con tanto espesor que me dio la impresión de que la marea estaba subiendo.

Sentíamos que ya nada nos importaba, ni la gente, ni el lugar, que solo estábamos, él, yo y la pasión. Quizá había gente cerca, no lo sé, ¡¡que más daba!!, ya mis ojos no contemplaban más allá de sus ojos y sus ojos no más allá de los míos. Solo amor, deseo, placer, ardor, solo había eso. ¿Qué importaba lo demás?. Ya no podía aguantar más el placer que me subyugaba, estaba excitadísima, clávamela -le dije- penétrame tan hondo que me haga gemir de dolor, e impulsada por sus manos y ayudado por la densa mar me metió su polla hasta el fondo, y si, si!!!!, me hizo gemir, pero un gemir lleno de placer, Aaaahhhh!!!. Sus manos en mi culo me movían una y otra vez, hacia dentro y hacia fuera, con un compás rítmico, acompañado por la musicalidad del agua. La cara de quien me estaba llevando a la locura estaba transformada, se notaba el placer y el deseo que sentía por mí.

Nuestros movimientos, que en un principio eran más lentos, ahora se estaban volviendo más rápidos, ligeros, apresurados. Mi placer culminó en el clímax, en lo más elevado de un volcán, tan fuerte como a tormenta de calor, de un calor intenso, fogoso, pasional. Salí de dentro de él y con mi mano empecé a movérsela a sacudidas fuertes, tan fuertes que provoqué el estadillo de su miembro arrancando se su garganta un pavoroso gemir. Y ya, de vuelta a la realidad, pudimos comprobar que nos habíamos quedado solos, exceptuando a unos pequeños pececillos que peleaban por conseguir aquel liquido espeso que flotaba, ¿que será?. Jejeje.